puentes de participación ciudadana

Perfil del “no votante”: el ciudadano obligado a votar que rechazó dos constituciones

El 25 de octubre de 2020, a un año del estallido social, un 80% de los chilenos votó a favor de redactar una nueva Constitución. Sin embargo, casi dos años después, un 62% rechazó una propuesta redactada por la Convención Constitucional, dominada por la izquierda, y este mes hizo lo mismo por 55%, tras una propuesta del Consejo Constitucional copado por la derecha.

Pero con una salvedad importante: mientras la primera elección fue voluntaria y tuvo una participación del 50%, las dos siguientes fueron obligatorias, con una votación de 85%.

“En ambos procesos, probablemente, hay un votante que castiga simplemente a las élites en el sentido de que no siente que estos textos sean cercanos a sus demandas. También ha habido en ambos casos procesos relativamente polarizados, y es bastante claro que no hubo acuerdo en ninguno de los dos casos, y eso yo creo que también es castigado”, analiza Isabel Castillo, investigadora adjunta de la línea de Conflicto Político y Social del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) y profesora asistente de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile.

A su juicio, lo que ve el votante es “una incapacidad de ponerse de acuerdo, una política muy de corto plazo, muy de la cuña de la semana, un poco también del espectáculo, de llamar la atención y de defender mis posiciones y no ser capaz de ceder nada. Por eso vemos también esta fragmentación, ‘no estoy de acuerdo, entonces me voy, formo mi propio partido’. Vemos esta proliferación de partidos y vemos una alta incapacidad de lograr acuerdos que se observa en el Congreso”.

¿Qué lecciones dejan estas votaciones? ¿Quiénes son los votantes chilenos y cuáles son sus preferencias? ¿Subsiste el malestar que dio origen al estallido por los problemas de educación, salud y pensiones, entre otros, y que se arrastra por más de dos décadas?

Pistas

Un informe de marzo de este año del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) entrega algunas pistas. A través del desglose que realizó en la ocasión el investigador del COES Matías Bargsted, el informe analizó a la población chilena según su participación electoral de los últimos cinco balotajes previos al plebiscito de salida de 2022 e identificó tres perfiles distintos: el votante habitual, que participa de manera consistente en las elecciones; el no votante, que se resta de los comicios; y el votante reactivo, cuya participación tiende a ser irregular y baja en la votación de convencionales de 2021.

“Tal como lo señala este estudio, así también el que nosotros realizamos en ese período, efectivamente existen distintos tipos de votantes, que se diferencian según dimensiones sociodemográficas y de percepciones sobre diversos temas, es decir, es un electorado atomizado y, por lo tanto, al que es más difícil hablar mediante un mensaje único”, explica Paulina Valenzuela, socia directora de Metodologías e Innovación de Datavoz.

“Eso hoy, definitivamente, no funciona y el resultado de este plebiscito lo viene a confirmar. No soy de las que cree que el ‘En contra’ recoge solo rechazo al texto presentado, sino un conjunto de ideas y posiciones sobre la situación actual de la política en Chile y de desconfianza respecto de la posibilidad de que sean resueltas. Por eso ‘leer bien’ este resultado requiere de mucha investigación”, advierte.

Para Castillo, en suma, “hay un votante que es más informado, que probablemente está más al tanto de cuáles eran las discusiones, mientras otro votante más desinformado, menos interesado, probablemente define su voto más tardíamente”.

Por nueva Constitución

De acuerdo al informe del COES, en 2019, el 80% de los tres grupos de votantes encuestados apoyó una nueva Constitución para Chile. Sin embargo, en 2022, el 40% de los encuestados se manifestó en contra del texto redactado por la Convención Constitucional, y tanto votantes habituales como reactivos mostraron una alta desconfianza hacia dicho órgano, con 65% y 80%, respectivamente.

En cuanto a la posición política, la mayoría de los tipos de votantes se identifica con el centro, pero los votantes habituales son más de izquierda (27%). Además, el 40% de los no votantes no se identifica políticamente.

Los votantes reactivos son estables ideológicamente entre quienes se declaran de derecha (75%), mientras que los no votantes son los individuos más inestables ideológicamente, con cierta estabilidad en el centro y el apoliticismo, de acuerdo con el reporte.

Malestar

Hay una coincidencia en que fue un malestar al interior de la sociedad el que desató el estallido y luego el proceso constituyente, y que explica el amplio apoyo inicial.

“Evidentemente el estallido expresó un malestar y por eso prendió tan rápido, porque había algo ahí latente que no se traducía en demandas específicas”, reflexiona Castillo. “Un estancamiento ahí que afecta las condiciones materiales de la gente, pero también las proyecciones”, agrega.

“No es algo que tenía una agenda concreta, o distintos actores tenían distintas agendas, pero había cierta insatisfacción que ciertamente se mantiene. ¿Y de dónde viene el malestar o a qué se debe el malestar? Evidentemente tiene distintas causas, y yo creo que una de las importantes tiene que ver con la situación económica. No soy economista, pero en la última década, en general, el crecimiento económico ha estado más bien estancado, los sueldos no han subido mucho, obviamente la crisis de la pandemia empeoró todo y no nos hemos recuperado completamente en todas las áreas”, dice.

“También hay una insatisfacción, evidente, con los servicios sociales o derechos sociales básicos, sobre todo salud, que sigue habiendo: las listas de espera, esta mercantilización de la salud, además que estamos en medio de esta crisis de las isapres. No ha cambiado el modelo en mucho tiempo”, señala.

Valenzuela coincide con esta idea.

“Ese malestar existió y existe, no ha desaparecido. El estallido fue una válvula de escape que generó expectativas en la población que hasta hoy no han sido resueltas. La pandemia cumplió el papel de ‘alfombra’: bajo ella quedaron esas demandas e ilusiones. A esto hay que agregar el rechazo que los chilenos tienen al conflicto y a la incapacidad de nuestra clase política de dialogar. Y ni siquiera hablo de llegar a acuerdos, solo de escucharse y entender desde dónde habla el otro”, precisa.

La especialista apunta a que diversos estudios relevan sistemáticamente la poca o mínima confianza en los políticos y las instituciones del Estado que deben resolver sus preocupaciones.

“Es realmente delicado que el discurso de que no se resuelven ‘los problemas reales de la gente’ siga instalándose en la población”, alerta Valenzuela.

En septiembre de 2022, Datavoz realizó un estudio cualitativo para conocer algo más del votante nuevo y un elemento clave que surgió –y que a juicio de Valenzuela se mantiene– es que, en general, no ven la actividad política capaz de impactar en su vida cotidiana, y esa pareciera ser –junto con la corrupción, que se le equipara en los relatos– una de las principales causas de su desafección. Este grupo representa cerca del 40% del electorado actual y claramente puede mover las agujas en las elecciones, pero hacia dónde lo haga, está muy relacionado con que vean efectividad en las acciones de la política y coherencia en su discurso, comenta.

Junto con esto, Valenzuela sostiene que no hay que ir muy lejos para ver las consecuencias de esta situación.

“Argentina, con una crisis económica enorme que genera mucha pobreza, ha elegido a un libertario de presidente, cuya creencia fundamental es que el Estado como tal debe ser casi ínfimo, mínimo, en un país en que eso ha sido totalmente lo contrario. Es decir, peligrosamente, las soluciones vienen de ofertas populistas que le hablan a ese núcleo duro electoral, nada ideologizado y que solo quiere que alguien le mejoré su situación actual, especialmente a corto plazo”, explica.

Democracia cuestionada

Asimismo, Valenzuela advierte que hoy la democracia está en cuestión, es menos valorada por la población. Por ejemplo, entre 2019 y 2023, en la encuesta CEP cae de 64 a 52 por ciento la proporción de personas que cree que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, a favor de opciones que validan gobiernos autoritarios o que instalen “orden”.

Esto lo confirma el COES. Según el informe “Radiografía del Cambio Social: Análisis de Resultados Longitudinales ELSOC 2016-2022″, el 60% de los votantes habituales prefiere la democracia, mientras que los votantes reactivos y no votantes muestran fluctuaciones en sus preferencias. En 2019, el 53% de los votantes reactivos y el 42% de los no votantes prefería la democracia, cifras que bajaron en 2021. En 2022, la adhesión a la democracia subió para los votantes reactivos y no votantes, pero el 40% de estos últimos declaró que no le importa si el régimen de gobierno es democrático o autoritario.

“La menor adhesión a la democracia no se traduce en mayor adhesión a un régimen autoritario, en términos actitudinales. Sí se traduce en mayor indiferencia. Así como las personas son consistentemente más lejanas al sistema político en términos de participación, también muestran mayor indiferencia al régimen político”, explicó en su momento el investigador COES y académico del Instituto de Sociología UC, Matías Bargsted.

Futuro

En cuanto a qué futuro le ve este votante al proceso constituyente, “probablemente el votante no está pensando en qué va a pasar”, afirma Castillo.

“Yo creo que lo que va a pasar es que va a haber, probablemente en el mediano plazo, algunas reformas o intentos de reforma en el Congreso, pero no es algo ya que tenga a la población preocupada ni ocupada”, puntualiza.

Valenzuela coincide en que los electores no ven, “por ahora, ningún” futuro al proceso constituyente.

“Se necesita de un período de descanso. Muchas elecciones seguidas y poco alineadas a las preocupaciones ciudadanas. Es cierto que las personas querían en su mayoría un cambio o mejora del actual texto, pero eso estaba en los últimos lugares de importancia. En la última encuesta CEP, esta ya mostraba que prácticamente la mitad de las personas no tenía interés en el nuevo proceso y, si le agregamos bajo interés, llegamos a siete de cada diez. Es decir, por ahora, creo que solo hay espacio para reformas dentro del espacio legislativo”, dice.

Paulina Valenzuela cree que la gran tarea es que la política recupere la confianza de la ciudadanía, “lo que requiere de capacidad de diálogo, de conductas honestas y de humildad en reconocer que las mejores soluciones se logran en conjunto, no imponiendo una sola visión”.

“Ese es el principal aprendizaje del resultado de las dos propuestas constitucionales fallidas”, concluye la investigadora.

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