Marzo marca un retorno, en cierto sentido, a la normalidad en nuestro país. Las actividades académicas se retoman, el Congreso vuelve a sesionar y el Presidente regresa de sus intermitentes vacaciones. Pero más allá de lo rutinario que esto pueda parecer, el mes que comienza plantea a la sociedad chilena una serie de desafíos encaminados a satisfacer las múltiples demandas que enfrentamos hoy en Chile. En las calles, en los hogares, en las conversaciones cotidianas, resuenan las voces de una ciudadanía que clama por respuestas y acciones concretas, porque las urgencias ciudadanas no son meras abstracciones; son realidades tangibles, vividas diariamente por millones.
En este contexto de expectativas y exigencias, propongo tres pilares esenciales para una navegación más efectiva y fructífera: gestión, compromiso y renuncia.
El primer pilar, la gestión, demanda una eficiencia del aparato estatal. Nos enfrentamos a dos crisis agudas, exacerbadas por el verano. La primera es la necesidad imperiosa de ofrecer soluciones habitacionales, sanitarias y de orden público a miles de familias desplazadas por los devastadores incendios. Aquí, la lección es clara: requerimos una coordinación meticulosa, profesionalismo y experiencia, evitando a toda costa la improvisación. Recordemos la reconstrucción post-terremoto de 2010 como modelo a seguir.
Paralelamente, la crisis de seguridad clama por una acción decidida: el Congreso debe aprobar leyes que fortalezcan a nuestras fuerzas policiales, estableciendo un marco claro para el uso de la fuerza en un estado democrático, y avanzar en legislación de inteligencia para salvaguardar nuestra soberanía.
En segundo lugar, se requiere un compromiso real y genuino para poner a Chile de pie nuevamente, dejando de lado las mezquindades, la corrupción y cualquier obstáculo que entorpezca una sana convivencia democrática. Es fundamental reactivar la economía, generar nuevos empleos, resolver la crisis de las isapres que podría desencadenar una verdadera emergencia sanitaria y abordar adecuadamente el debate sobre las pensiones. Debemos tener la convicción de que cada peso es fruto del trabajo y esfuerzo de cada trabajador, para así infundir esperanza en las familias chilenas y construir un país en el que todos puedan sentirse seguros y tranquilos.
Finalmente, es necesario renunciar a las ideologías extremas que han generado un clima hostil en el país en los últimos tiempos. Algunos sectores deben renunciar a justificar la violencia o a no comprender que una crisis de seguridad no es únicamente responsabilidad del gobierno de turno, sino de todos los ciudadanos. En un año electoral, es crucial renunciar a los intereses políticos que a menudo divergen de los intereses de la ciudadanía y a cualquier forma de encubrimiento o normalización de actos de corrupción.
Estos son, sin duda, grandes desafíos, y quizás se tienen expectativas elevadas sobre lo que se espera del debate y la acción nacional a partir de este marzo en adelante. Esperemos que todos los que forman parte de la esfera pública comprendan la importancia de estos desafíos y lo complejo que sería seguir decepcionando a una ciudadanía cada vez más empoderada.
Por Claudio Salinas, director ejecutivo Coordinadora Nacional de Movimientos Ciudadanos