En un proceso que califica como “desenergizado” y con una alta polarización, postula que las posiciones de la ciudadanía pueden cambiar. Dependerá, cree, “de lo que la gente juzgue que reduce la incertidumbre”.
Todo puede pasar, a juicio de Cristián Valdivieso —director de Criteria y analista de opinión pública— en el plebiscito del próximo 17 de diciembre. Las mediciones previas al período de campaña que se inicia muestran ventaja al En contra, una diferencia con el A favor que se ha reducido y un amplio número de indecisos. Ante ello, Valdivieso cree que el resultado no está definido, que las encuestas son lábiles y que “esto se va a ir estrechando”. Al final, cree, “la gente no identificada políticamente no vota alineada con lo que digan unos u otros. Van a votar por aquello que le resulte menos malo pensando en el futuro y eso tiene que ver con cuánto se conecta una propuesta con la posibilidad teórica, al menos, de resolver los problemas que la gente siente más agobiantes”. —¿Está abierta la elección entonces? —Las encuestas están mostrando una predisposición al En contra, que cuando uno le hace un doble clic de tipo cualitativo se da cuenta que tiene que ver no tanto con el texto, sino contra la clase política y por el gran fracaso que la gente siente que ha habido en estos cuatro años con dos procesos que no han logrado lo que la clase política prometió: hacer un texto que fuera un pacto social grande o una que nos uniera. Yo veo que las posiciones no son tan rígidas, son más bien de rabia contra todo lo que venga de la clase política y posiblemente puedan moverse. No son posiciones sólidas y, por lo tanto, la campaña las va a ir estrechando. —Si el texto le es indiferente a las personas, ¿qué va a ser lo importante en la campaña? —La campaña va a ser importante porque el proceso está muy desenergizado, muy articulado por la rabia y la distancia. Lo que va a trabajar la campaña es cuál es el mal menor. Eso es lo que yo creo que va a estar en discusión y en tensión. Va a ser una campaña que no tiene nada que ver con el texto, sino que una muy del tipo izquierdas contra derechas, oposición contra oficialismo, donde el A favor va a intentar hacer un plebiscito respecto del Gobierno, y el oficialismo, una campaña que hable de que la propuesta atenta contra los avances en libertades públicas, de las mujeres, etcétera. Va a recordar en alguna medida la campaña de segunda vuelta presidencial del 2021. —¿Para qué sector es más difícil construir su campaña: la derecha, donde por años sectores dijeron que no querían una nueva Constitución y ahora van por el A favor, o para la izquierda, que por décadas planteó la necesidad de una nueva Carta y ahora está por el En contra? —Primero, la clase política perdió como un todo. Si gana el En contra, eso va a abrir un espacio preocupante de populismo, porque la señal es que no fueron capaces en cuatro años de ponerse de acuerdo en nada y los problemas del país se han agudizado. Después, dado que esto no tiene tanto que ver con el texto, sino que se ha articulado en lógica política, hay que mirarlo desde el punto de vista de cómo queda cada coalición o cada grupo dentro de las coaliciones. En ese escenario, entendiendo que lo primero es que es una derrota grande de la clase política, el Gobierno va a perder en cualquier escenario. Que el mejor triunfo para el Gobierno sea que gane el En contra es una paradoja en sí misma, porque eso supone la validación o quedarse con la Constitución del 80. Y si gana el A favor, el Gobierno habría empujado no uno sino dos procesos para terminar con una Constitución que ellos perciben, juzgan y etiquetan como una a la derecha de la del 80. “Dentro de la derecha, el problema del A favor tiene que ver, primero, con la rabia general contra la clase política, que quiere votar todo en contra venga de donde venga. Y, segundo, tiene un problema con el En contra dentro de la misma derecha, donde no hay un alineamiento. Cuando tienes un problema contextual de rechazo ciudadano a lo que venga y además no tienes tus huestes ordenadas, eso atenta contra la posibilidad de que la gente entienda el mensaje”. —La propuesta tiene normas sobre seguridad, migración, libertad de elección, propiedad de fondos previsionales, temas que según las encuestas son de interés. ¿No es suficiente para conectar con la ciudadanía? —Es importante, pero no suficiente, porque del otro lado vas a tener un grupo que va a rebatir diciendo que es una Constitución que atenta contra los derechos de las mujeres, que le ofrece libertad a los presos de Punta Peuco. Y es insuficiente porque se va a dar en una lógica donde se enfrentan derecha-izquierda, oposición-oficialismo, y eso a la gente la aleja y le hace sentir que pueden ser mensajes vacíos propios de campañas políticas. Creo que esto se va a jugar en cuál es el mal menor. Y el mal menor es lo que la gente juzgue que reduce la incertidumbre, lo que hace que eventualmente el país quede en una mejor posición de la que está hoy. —Si la elección se juega en la contraposición izquierda-derecha, ¿qué rol juega el centro? ¿Pueden influir mensajes de partidos como Demócratas, Amarillos o la DC? —Mucho menos de lo que influyeron en el plebiscito del 4-S, porque ahí esos mensajes se acoplaron a una lógica que logró romper el clivaje de izquierda y de derecha y el plebiscito se transformó en una discusión de la sociedad; la sociedad vio que había algo importante por lo que jugarse. Hoy, la sociedad no está viendo eso y los cruces hacia un lado u otro van a quedar articulados o cobijados bajo las almas más altisonantes de los extremos. Además, es una división que no es tan evidente como para el 4-S, donde incluso gran parte del laguismo estuvo en el Rechazo. Son actores políticos que se mueven a un lado u otro más que fuerzas sociales, que es lo que pasó la otra vez. —¿Qué está pasando con el centro político? Porque tanto en la elección de convencionales como en la de consejeros tuvieron pocos o nada de representantes. —Ha recibido los castigos propios del relato de que los 30 años fueron negativos. Y los que gobernaron durante los 30 años fueron la centroizquierda y la centroderecha, de alguna manera. Entonces, con esa suerte de castigo que no tenía que ver con la posición en el eje izquierda-derecha, sino con el hecho de haber gobernado, la gente empezó a buscar gente que viniera desde afuera (…) Ahora, la centroizquierda y centroderecha ya habían pagado altos costos durante el primer proceso constituyente y la elección presidencial, y creo que no estuvieron a la altura en el último proceso, donde debieron haber tendido puentes que permitieran no seguir polarizando la situación. El centro político no es tan solo víctima de la polarización, también es responsable de ella, porque se han ido plegando a sus propios extremos en vez salirse de ello y buscar una nueva articulación. “El centro, como centro social, existe en el país. La gente quiere lograr acuerdos, quiere grupos que busquen negociar, quiere que grupos pongan los intereses colectivos por sobre los individuales, pero el que la política se haya polarizado hace que la sociedad sienta que esta idea de los acuerdos es algo deseable, pero imposible. Eso lleva a quedarse en las tribus o en los grupos más polarizados”. —Encuestas muestran que la ciudadanía quiere acuerdos, pero se escuchan críticas a “la cocina”, de que se “negocia a espaldas de la ciudadanía”… —Yo tengo la impresión de que esta discusión respecto de “la cocina” es un debate que se articula desde grupos más ideologizados. La mayoría de la población sí quiere acuerdos, sí quiere que se tiendan puentes, pero no ve que eso sea posible. Y al no verlo posible, porque los actores políticos no lo hacen, tienden a tomar distancia y sentir que la política en su conjunto no está al servicio de las personas. Eso es lo que termina afectando la valoración también de la democracia y del sistema político. Eso hace que cuando hoy le preguntas a la gente si quiere que baje el número parlamentarios, todo el mundo dice que ojalá que fueran muchos menos. “Que la política es cocina es un eslogan parecido al de los 30 años, que es verosímil, pero no necesariamente real, porque la política es negociación. No es que los grupos mayoritarios de la población crean eso, sino que esos relatos se instalan como verosímiles. La sociedad está en busca de relatos que le hagan sentido y de orientaciones que le permitan dar un salto respecto a la condición en la que estamos hoy, porque estamos empantanados (…) El problema de los eslogan es que ofrecen soluciones rápidas cuando son problemas más complejos. Te permiten llevar el péndulo a tu favor un rato, incluso conquistar el poder, pero no te permiten gobernar”. —En esta búsqueda de relato, ¿hay algo en la propuesta de Constitución que pudiera hacerle sentido a la gente? —Hay muchos temas que pueden hacer sentido, como muchos otros que pueden no hacer sentido. A la gente le hace sentido disminuir el número de parlamentarios, es decir, que los políticos paguen algún costo porque llevamos cuatro años en esta situación y no ha pasado nada, más allá de si eso es razonable en términos políticos y de representación. También le hace sentido bajar algunos impuestos. Mucha gente que debe pagar contribuciones ya no las puede pagar o está apenas, o conoce a alguien en esa situación. Le hace sentido la idea del Estado social y democrático de derecho. Lo que creo que todavía no se ha hecho es una asociación directa entre la propuesta y las preocupaciones concretas y cotidianas de las personas. Y digo esto respecto de los temas de inmigración o seguridad. La gente no está viendo que haya una relación directa entre la propuesta y cómo esta podría hacerse cargo de la delincuencia. Si le preguntas a la gente si la propuesta va a disminuir la delincuencia, no te cree, no lo ve. —¿Y qué temas cree que hacen menos sentido? —Yo creo que poner en riesgo el aborto en tres causales es un temazo. No sé si todavía se ha instalado como un riesgo de esta Constitución para la sociedad, pero sí estoy seguro que la campaña del En contra va a querer instalar eso. Y en la medida que eso resulte verosímil es un temazo, sobre todo entre las mujeres… No nos olvidemos que la segunda vuelta entre Boric y Kast estuvo muy marcada por los temas de mujeres. La última encuesta Cadem muestra que hay el doble de mujeres En contra que de hombres. —Eso, independiente de que haya distintas interpretaciones de si se afectará o no la ley de aborto en tres causales. —Más allá de las interpretaciones. Así como también si se instala que con la propuesta de Constitución es posible enfrentar la seguridad de mejor manera que con la actual o es posible enfrentar los temas de irregularidad migratoria. Son temas discutibles, la pregunta es si las campañas son capaces de hacer que esas cosas se vuelvan verosímiles, ya sea como amenazas o como oportunidades. —¿Qué impacto va a tener este plebiscito en las próximas presidenciales? —Creo que este plebiscito está tan desenergizado desde el punto de vista de las personas y tan desconectado de las prioridades que va a pasar sin pena ni gloria y en marzo vamos a volver a una situación bastante parecida a la que hemos vivido en el tiempo previo al plebiscito, donde los temas de economía, seguridad, delincuencia van a ser prioritarios. Coyunturalmente, creo que dentro de la derecha puede producirse un relato de que alguien ganó y eso puede generar una semilla para más adelante, pero en el mediano plazo, creo que este plebiscito no va a tener impacto ni en los temas relevantes ni en las candidaturas que se vayan perfilando. “La falta de energía, la politización y elitización de este plebiscito, más allá de que la gente tiene que ir a votar obligatoriamente, hacen pensar que pasada esta valla vamos volver a la situación previa”. —Es pesimista. —Mi mirada más crítica es que después de cuatro años aquí aumentó la polarización y eso no es bueno para el país. Aumentó la polarización en las élites, en el sentido de que los grupos más extremos hoy día tienen más poder dentro de sus propias alianzas, y además ha ido aumentando en la sociedad y eso es un problema. —El Gobierno dijo que durante esta administración no habrá otro proceso si gana el En contra, pero sectores de izquierda plantean que el mandato constituyente sigue. ¿Tiene respaldo esa idea en la ciudadanía? —Para la sociedad, el mandato constitucional ya terminó. Para reabrir un nuevo proceso constituyente habría que hacer un plebiscito para ver si la gente está expuesta a bancarse otro y creo que el resultado sería un no mayoritario. Yo planteé la idea de que antes de este proceso había que hacer un nuevo plebiscito y fui muy funado por la izquierda, pero sentía que después del 4 de septiembre, el famoso momento constituyente donde la gente siente que hay que cambiar la Constitución y buscar un nuevo pacto social se terminó.
Fuente: Emol.com – https://www.emol.com/noticias/Nacional/2023/11/10/1112487/cronica-constitucional-entrevista-cristian-valdivieso.html