Si bien en Chile existe una mayoría que valora el sistema democrático por encima de cualquier otro modelo, el ciclo de dos procesos constitucionales fallidos profundizó los niveles de insatisfacción respecto a las instituciones y el funcionamiento de la democracia.
Lo anterior es parte de las conclusiones a las que llegó el estudio “Chile Post Plebiscitos”, realizado por el Laboratorio de Encuestas y Análisis Social de la Universidad Adolfo Ibáñez, sondeo que se llevó a cabo durante enero y que arrojó que un 61,8% considera que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, mientras que un 25,8% se inclinó por la afirmación que señala que “en algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático”.
En conversación con El Mostrador, el investigador y autor del estudio, Andrés Scherman, profundiza sobre algunos aspectos relevantes respecto a la “baja evaluación de prácticamente todas las instituciones políticas”, en contraste con la valoración de la democracia, medición que incluso subió 15 puntos, en comparación con la misma pregunta realizada el 2021.
“Entonces tenemos esa doble dimensión, la valoración de la democracia –que sigue siendo una buena noticia, sobre todo si uno ve lo que pasa en otros países de la región–, pero sí un nivel de insatisfacción respecto a la forma en que está operando en el día a día el sistema político”, señala.
En relación con el cierre del ciclo constitucional, un 41,6% de los encuestados no considera necesario un nuevo proceso constituyente para resolver los problemas del país.
“Es cierto ese cansancio y hay claramente una pausa constitucional. No obstante, hoy día no es que mucha gente crea que el tema no haya que volver a abrirlo nunca, pero sí hay que esperar un buen tiempo para hacerlo. Hay quienes creen que podría ser el próximo Gobierno una alternativa, o gente que cree que definitivamente en unos diez años más puede ser la oportunidad”, detalla el experto.
Otro elemento que destaca el estudio es el aumento del “nivel de polarización afectiva” en la población, más allá de las diferencias ideológicas.
“Lo que sabemos es que tenemos niveles de polarización mucho más altos. Y niveles de polarización no solo ideológicos, porque eso ya pasaba en el 2021, donde la gente ya percibía que, por ejemplo, Kast y Boric estaban muy distantes ideológicamente uno del otro. Pero eso no se traducía todavía en una polarización afectiva, la distancia que yo siento respecto de quien piensa distinto. Uno puede tener diferencias en términos ideológicos, pero no necesariamente en términos afectivos”, explica Scherman.
En esa línea, agrega que “los adherentes de cada sector se están sintiendo cada vez con más antipatía por el contrario. (…) Y eso sí es una dimensión nueva, todavía en sí mismo no implica niveles de populismo, pero podría llegar a traducirse en eso más adelante”.
“Las medidas que nosotros tenemos nos muestran que la polarización afectiva en Chile se está acercando. O sea, no está aún a niveles de Estados Unidos, donde empezó a ser muy alta desde la elección de Hillary (Clinton) con (Donald) Trump. (…) Eso todavía en Chile no es de esa magnitud, pero los datos nos muestran que va creciendo. No significa que gran parte de la gente esté polarizada, porque gran parte se sigue ubicando en el centro político. Pero lo que sí vemos es que la gente que se identifica con algún candidato o con algún líder está inmediatamente reportando un nivel de antipatía muy alto respecto al líder opuesto. Y eso antes no era así, o no tenía ese nivel de intensidad que tiene ahora”, concluye.