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La extorsión surge como el delito “de moda” del crimen organizado en América Latina

Durante 10 días, el consultor chileno en materia de crimen organizado Pablo Zeballos estuvo en distintas partes de Colombia, junto al experto estadounidense Douglas Farah y miembros del Observatorio Ecuatoriano del Crimen Organizado, en lo que él define como “un trabajo de campo que continúa, cuyo objetivo es tratar de integrar visiones respecto del crimen organizado en el continente y, desde esa vía, proponer soluciones”.

Debido a ello, Zeballos, Farah y los especialistas ecuatorianos entrevistaron a decenas de personas, entre policías, gendarmes, militares, periodistas de frontera y también personas que residen en sectores de distintas ciudades que están controlados por alguna de las 22 organizaciones que el Gobierno de Daniel Noboa calificó como “terroristas”, luego de los violentos eventos de inicios de este año. De hecho, justo después de los atentados ocurridos esencialmente en Guayaquil, Zeballos publicó en El Mostrador una columna titulada “El crimen organizado en Ecuador y las 10 lecciones que deja para el Estado chileno”.

La primera de ellas era “No olvidemos nuestras cárceles”. Al respecto, señala que ello se mantiene muy vigente, pues explica que luego de conocer in situ la forma en que crecieron las pandillas en Ecuador, es necesario “poner mucha atención” a las políticas de persecución criminal de los Estados, “porque a veces rellenar las cárceles de personas criminales, sin una debida segregación criminal o, por lo menos, perfilación, puede generar lugares donde se generan autonomías que propician el surgimiento de bandas que tienen la capacidad de pasar desde el control territorial penitenciario al control territorial de los barrios”.

En el mismo sentido, argumenta que hay ciertas características de lo ocurrido en Ecuador que no hacen 100% replicable lo sucedido en Chile, entre ellas, la “tregua” que generó el expresidente Rafael Correa con las pandillas, en 2018.

Sin embargo, indica, no hay que confiarse, especialmente por algo que indicaba también en su columna: el efecto imitativo. En dicho sentido, precisa que la delincuencia local siempre va a copiar modelos criminales exitosos y, a lo anterior, hay que sumar lo que denomina como “la vocación transnacional que tiene la delincuencia de otros países, o sea, de avanzar hacia lugares que pueden ser para ellos oportunidades criminales”, como ha sucedido con Chile y organizaciones como El Tren de Aragua, Los Gallegos o Los Pulpos. 

Pese a todo, cree que en nuestro país aún existe alguna esperanza de combatir a esas organizaciones, pues “creo que el Estado en sí mismo tiene la capacidad para hacerles frente”. Sin embargo –opina–, “el problema está demasiado politizado. Estamos en una etapa de discusión interna política respecto de lo que es crimen organizado y de quién es el culpable y quién no es el culpable a nivel político y, mientras eso suceda, aumentan las posibilidades de las estructuras criminales para ingresar y generar alianzas a nivel local”.

Mercados criminales

Dentro de lo observado en el trabajo de campo, tanto en Ecuador como en otros países y también en Chile, Zeballos puntualiza que “se confirma una tendencia muy fuerte en la región, que es la diversificación de mercados criminales: no todo es narcotráfico, por así decirlo”.

En ese sentido –agrega–, “hay dos mercados criminales emergentes en la región a los que hay que ponerles mucha atención: uno tiene que ver con la extorsión generalizada. Ya no se trata de una extorsión focalizada en algunos puntos, como la que afectaba a los mototaxistas en algunas zonas de Lima, por ejemplo, sino a un fenómeno que tiene mucho que ver con la lógica de financiamiento de las estructuras criminales en función de la obtención de un financiamiento directo, y que está muy fuerte en Perú, muy fuerte en Ecuador e increíblemente fuerte en Colombia, donde estructuras criminales de otros países han desplazado a los delincuentes locales, algo sorprendente. Hay, entonces, un mercado emergente de la extorsión, que es muy rentable”.

-Y que, además, ya está presente en Chile, sobre todo en comunas como Estación Central o Independencia… 
-Efectivamente, ya hay varios casos registrados y en la mayoría de ellos hemos observado un patrón recurrente, que es que se produce entre connacionales, es decir, la extorsión es realizada por estructuras criminales peruanas, que extorsionan a comerciantes o empresarios peruanos en Chile, o estructuras criminales venezolanas, cuyas víctimas también son venezolanos. Sin embargo, como indicábamos antes, el factor de imitación es muy poderoso y es muy probable que pronto tengamos casos de estructuras criminales chilenas extorsionando a chilenos.

-¿Cómo opera el mercado de la extorsión en Ecuador?
-Estuvimos en uno de los mercados más grandes de Quito, en el barrio de San Juan, y tuvimos la oportunidad de conocer y hablar con personas que nos hablaban del fenómeno extorsivo generalizado. Allí, las organizaciones como Los Lobos o Los Choneros les cobran a los comerciantes por el espacio que ocupan. Los más pequeños pagan 5 dólares al día, pero hay algunos mercados que pueden llegar a pagar miles de dólares al mes, a cambio de “seguridad”, que es lo que esas organizaciones dicen que ofrecen. En otras palabras, el criminal va donde el comerciante y le dice “tú me vas a pagar a mí para poder trabajar, para que no te pase nada”. Ahora bien, la pregunta es por qué ese comerciante acepta, y eso tiene que ver no solo con la amenaza implícita o explícita, sino con la ausencia de Estado, pues ese bien que el grupo criminal ofrece –seguridad– no lo puede ofrecer el Estado.

-¿Eso es muy distinto a lo que tú has investigado en Santiago? 
-Lo que hemos visto en Santiago implica un modelo bastante similar. En definitiva, es una lógica de control del territorio por agentes criminales o agentes ilegales, que tiene que ver precisamente con la ausencia del Estado. Y, claro, podemos decir que hoy se trata de un delito que está focalizado en algunas comunas y algunos rubros específicos, pero la extorsión es uno de los ilícitos más difíciles de ser denunciados, justamente por sus características, por lo cual existe una cifra negra que hace muy difícil calcular y, por ende, llegar a tener una comprensión cabal de qué tan extendido está el problema.

El negocio de la minería

El otro mercado criminal emergente que Zeballos menciona es el de la minería ilegal, especialmente en lo que dice relación con el oro, en el cual se utilizan las mismas rutas “de tráfico de personas o de narcotráfico”.

En dicho sentido, detalla que, si bien en Chile la producción de oro es muy baja, a diferencia de lo que ocurre en Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, se trata de un fenómeno que tiene tres dimensiones: “Una tiene que ver con la explotación ilegal del oro, como ocurre en Venezuela, donde actúan grupos como el ELN de Colombia; la segunda tiene que ver con la extorsión hacia las empresas que están explotando legalmente; y la tercera es el surgimiento de muchas empresas de compra y venta de oro cuyo objetivo es blanquear activos, porque el oro se ha convertido en el activo más importante para el lavado de dinero procedente de actividades criminales”.

-En Chile ha habido al menos dos megainvestigaciones por contrabando de oro procedente de Perú o Colombia, con destino a Dubái o Suiza…
-Claro, son indicadores de cómo opera el mercado clandestino del oro en el continente. Un detalle interesante, que aún no hemos visto en Chile, es que en nuestros países vecinos es cada vez más frecuente que, al allanar la casa de un narcotraficante, a lo que es habitual encontrar, como armas y dinero en grandes cantidades, ahora se sumen lingotes de oro. 

El Ecuador de hoy día

Luego de recorrer distintos lugares, dice que pese al estado de excepción dictado por el Gobierno, es poco frecuente ver patrullas militares en las zonas periféricas, pues recuerda que, casi como en Chile, “se trata de un país con 17 millones de habitantes, con Fuerzas Armadas que son limitadas en su cantidad y que deben enfrentar múltiples desafíos al mismo tiempo”.

Uno de los lugares que visitó fue la cárcel de Latacunga, en la provincia de Cotopaxi, la que –relata– “durante muchos años estuvo bajo control criminal muy fuerte y gran parte de la crisis de inseguridad partió de allí y de la cárcel de Guayaquil. En esa cárcel, por ejemplo, mataron a uno de los narcos más importantes de Ecuador, Leandro Norero, que es muy importante porque, a raíz de su supuesta muerte –digo supuesta porque él ya había muerto en una cárcel en Perú por COVID– se destaparon estos escándalos conocidos como los casos ‘Metástasis’ y ‘Purga’, casos de corrupción política y criminal muy complejos”.

Hace poco, dicho presidio fue entregado al control interno del Ejército, el cual descubrió una serie de cosas asombrosas al ingresar, como que los reos más peligrosos estaban en la zona de menor seguridad y que dentro contaban incluso con discoteca.

-¿Igual que en la cárcel de Tocorón, donde nació el Tren de Aragua? 
-Efectivamente, no era muy distinta a Tocorón, sí, pero era más moderna. Tocorón es una estructura que se cae a pedazos y esta es una estructura más moderna. Hoy en día los militares están ahí, con armas dentro de los patios, controlando a los reclusos. Es una bomba de tiempo que no sé cómo puede terminar, pues los militares no están preparados para enfrentar un motín, por ejemplo.

-Justamente ese es el tema que se discute hoy en Chile. ¿Qué impresión tienen las personas que entrevistaron acerca de si ha disminuido el nivel de peligrosidad como consecuencia del despliegue militar en las calles? 
-Los informes que se han presentado, que son públicos, hablan de una disminución de tasas de violencia, pero las medidas extraordinarias como esa siempre tienen un efecto en lo inmediato, pues los criminales se repliegan. El gran problema es que ese tipo de medidas no pueden ser eternas y, cuando terminan esos estados excepcionales, se les tiene que devolver la seguridad a los organismos policiales que, a lo mejor, en tres o cuatro meses no han podido prepararse para retomar todo eso sin el apoyo militar. Ahora bien, han bajado las tasas de homicidios, pero aun así han ocurrido homicidios terribles, como el de una alcaldesa, hace pocos días, lo que ha llevado a algunos estudiosos a plantear que los homicidios hoy son más selectivos.

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