puentes de participación ciudadana

Pablo Ortúzar: “La nueva izquierda está en niveles de sobregiro ideológico e intolerancia importantes”

Conoció de cerca los primeros pasos de lo que luego sería el Frente Amplio, al interior de la U. de Chile. Desde entonces, Pablo Ortúzar —antropólogo social e investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES)— comenzó a forjar una visión crítica sobre ese sector de la izquierda que hoy, a la luz de su rol en el proceso constitucional, parece reforzar. Para el académico, la propuesta elaborada por el Consejo Constitucional no es un texto de extrema derecha como han planteado consejeros y comisionados expertos del oficialismo. Esa calificación, a su juicio, tiene más que ver con una “guerrilla comunicacional”, que le parece no tener mayor sustento y que evidenciaría, dice, cómo las voces más inteligentes de la izquierda están “acalladas” y prima “el sector más bruto”. Aquí entrega sus definiciones sobre el texto constitucional, el rol de izquierdas y derechas, y los eventuales escenarios de un triunfo del A favor o del En contra. —¿Es el texto del Consejo mejor o peor que la Constitución vigente? —En mi opinión es mejor porque cumple con los dos objetivos que me parecían fundamentales para orientar a la clase política a hacerse cargo de la crisis multidimensional del país: primero, establecer un Estado social de derecho con características subsidiarias, que termine con la guerrilla absurda entre “más Estado” y “más mercado” que ha producido una parálisis intelectual en el debate político, impulsando muy malas decisiones, como la reforma educacional en Bachelet II. Y, en segundo lugar, reformar el sistema político para combatir su balcanización. No se pueden tomar decisiones oportunas ni debatir nada serio en un Congreso lleno de partidos callampa, conducidos por liderazgos mezquinos y oportunistas con lógicas de reality show. La democracia necesita partidos fuertes con liderazgos serios y el sistema político debe incentivar esos objetivos. —¿Qué cambios al sistema político destaca de la propuesta? —Primero, achica el tamaño de los distritos y reduce los escaños en la Cámara. Esto engendrará entre tres y cuatro grandes listas electorales conformadas por distintos partidos. Esas listas electorales tenderán a mantenerse como alianzas políticas en el Congreso, disminuyendo así la fragmentación. Segundo, los partidos deberán acceder al menos a un 5% de votos a nivel nacional para acceder a escaños en una elección legislativa. Además, los representantes que renuncien a su partido perderán su escaño en el Congreso. Finalmente, entre otras medidas, le entrega herramientas al Presidente para hacer reales las urgencias legislativas. Yo habría sido todavía más ambicioso en muchas de estas propuestas, pero creo que están bien orientadas y son una mejora clara respecto de lo que tenemos hoy. —¿Es la del Consejo una propuesta de Constitución de derecha, neoliberal y más conservadora que la vigente, como la calificaron representantes de la izquierda en el proceso? —Buena parte de la izquierda está pensando en una escala minúscula. Toda su guerrilla comunicacional se basa en asuntos periféricos a las funciones centrales de un texto constitucional. Y los adjetivos que repiten como mantra, para peor, no se ajustan bien a las realidades del texto. La propuesta constitucional avanza sin duda en el Estado social de derecho, que es lo que la izquierda demandaba, solo que con características subsidiarias. Y a los sectores fanáticos de agrandar el Estado porque sí esto les parece inaceptable, pero nunca explican bien por qué. El desastre educativo en Antofagasta nos muestra las consecuencias del estatismo irreflexivo que algunos sectores de la izquierda promueven. —Consejeros y expertos del oficialismo y de la DC ya se definieron En contra del texto. ¿Qué argumentos podrían justificar su decisión de rechazar y mantener la Constitución vigente? —Algunos expertos, como Domingo Lovera y Flavio Quezada, han utilizado la plataforma de sus credenciales académicas para emitir frases hechas campañeras e infundadas. El comentario redactado por los expertos de la DC, en cambio, me pareció de muy buen nivel, y expone las ventajas y desventajas que ven en la propuesta. No es destemplado y revelan carencias importantes. Eso sí, algunos puntos, como el de la objeción de conciencia, están formulados con extrema vaguedad y exageración. Y no logra aclarar que los defectos de la propuesta la hagan peor que la Constitución vigente. Toda Constitución nace en estado bruto y va siendo pulida por el uso. No se puede esperar desde el inicio algo ideal sin ripios. La pregunta de fondo es si se hace cargo o no de ayudar a resolver la crisis del sistema político que lo tiene paralizado y deslegitimado. —¿Qué aspectos de la propuesta cree que van a requerir mejorarse? —Un buen ejemplo es el tema de la objeción de conciencia institucional. Es una norma que debe ser armonizada correctamente con el resto de la legislación y delimitada de acuerdo con los principios del texto para aterrizarla de una manera productiva. Si ese trabajo no se hace, corre mucho más el riesgo de ser letra muerta que de convertirse en un hoyo negro jurídico que destruya el país y el universo, como dice la minuta de matinal que algunos han salido a repetir con tan poca convicción como honestidad. —El comisionado Alexis Cortés (PC) afirmó que no es cierto que quienes se manifiestan en contra de la propuesta se están quedando con el texto de Pinochet. ¿No es así? —Ya que Lautaro Carmona estableció que el principio de identidad era mera ideología burguesa, al declarar que la Constitución del 80 no es la Constitución del 80, asumo que Alexis Cortés seguirá sus pasos. Quizás el Presidente Boric también descubra por estos días que su referencia a la Constitución de los “cuatro generales” en realidad remitía a los cuatro principios generales que la informan, y no a personajes históricos. Y culpe a “El Mercurio” de distorsionarlo. —El Presidente dijo que la propuesta “no está ni cerca de ser de consenso”. ¿Debe el mandatario hacer pública su opción? —Creo que ya hizo pública su opinión dos veces. Y el Presidente Boric evidentemente está en contra de la propuesta, pues no avanza ninguna de las agendas radicales del Frente Amplio que resultaron derrotadas el 4 de septiembre. A él le gustaría haber firmado la Constitución de la Convención. Hizo campaña por eso. —¿Le falta un relato a la izquierda para enfrentar este proceso? —La nueva izquierda tiene muchas voces inteligentes y con buen sentido, pero que hoy están paralizadas y acalladas. Prima, entonces, el sector más bruto. Y la tesis fundamental de ese sector es que esta propuesta es tan extrema y aberrante como la de la Convención, que ellos mismos apoyaron a rabiar. Sin embargo, demostrarlo es muy difícil, pues no es cierto. Luego, recurren a exageraciones burdas o derechamente a mentiras. Y en la base de todo esto ronda un profundo desprecio por los ciudadanos, a quienes consideran lábiles e idiotas, fácilmente manipulables. Así explicaron la derrota del 4-S y siguen aferrados a esa tesis y actuando en consecuencia. —Si gana el En contra, ¿se termina el proceso? Ya hay quienes han dicho que “el mandato constituyente seguiría abierto”. —No parece haber ánimo ni paciencia a nivel popular para seguir con este cuento. Son cuatro años esperando decisiones constructivas y sentido de propósito desde un sistema político que solo parece ofrecer una conflictividad estéril. Esta propuesta es la última oportunidad de esta clase política para ordenar su casa. Si fallan, se ponen la soga al cuello. Y si se abriera en el futuro un nuevo proceso, no sería, muy probablemente, con ellos, sino contra ellos. —¿Se arriesga un nuevo estallido si gana el A favor, como planteó Jaime Quintana? —Vivimos bajo el riesgo de nuevos estallidos en la medida en que el sistema político y la clase política, de la cual el senador es un conspicuo miembro, no logren ofrecer acuerdos y soluciones para la crisis de modernización del país. Y me parece que mantenernos donde estamos, después de cuatro años de dimes y diretes, solo empeora las cosas. Quintana pretende amenazar con la posibilidad de un incendio donde, irónicamente, uno de los primeros quemados sería él mismo. —¿Qué impacto puede tener la definición A favor de fuerzas de centroizquierda? —Es importante porque disuelve la minuta campañera y falsa de que este sería un texto de “extrema derecha” y obliga a una discusión de fondo más seria. También desbarranca el eslogan de que esta sería una propuesta contraria a las mujeres. La izquierda ha pretendido apropiarse del feminismo de una manera muy tosca y ya es momento, como se registra en el último número de la revista Punto y Coma del IES publicada esta semana, de abrir un debate más inclusivo al respecto. La última edición de la revista que menciona Ortúzar fue lanzada ayer. En ella, distintos artículos tratan sobre los dilemas del feminismo contemporáneo en voces de Catalina Siles, Gabriela Caviedes, Manfred Svensson y Erika Bachiochi, entre otras. —¿Debieron los republicanos hacer un mayor esfuerzo por encontrar más puntos de acuerdo en el texto? —Sí, pero se necesitan dos para la cueca. Y la nueva izquierda está, a su vez, en unos niveles de sobregiro ideológico e intolerancia muy importantes. Es difícil un diálogo constructivo cuando casi toda comunicación se reduce a manipulación y propaganda. Todos quisiéramos que la política real fuera más como The West Wing y menos como House of Cards. Pero la realidad son distintos tonos de gris, y en ella debemos actuar. —¿Ya tiene definido su voto? ¿Está A favor o En contra del texto? —Yo nunca he sido un simpatizante de los republicanos y creo que al interior de ese partido hay algunas fuerzas políticas dañinas. Sin embargo, la mayor parte de esa derecha paranoica y autoritaria está en contra de cambiar el texto constitucional, pues creen que le hace demasiadas concesiones a “la izquierda”. Ellos, al igual que la izquierda dura que temen e imitan, piensan que el Estado social de derecho y la subsidiariedad son incompatibles. En mi caso, son justamente esas “concesiones” y la convicción respecto a esa compatibilidad, tal como sostuvo la Comisión de Venecia, así como la reforma al sistema político, las que me inclinan a aprobar. —¿Cómo se entiende que actores de la izquierda dura y de derecha dura coincidan en su postura contra el texto? ¿Cómo se debiese interpretar? —Se trata de extremos identitarios, autoritarios y paranoicos que tienen en común pensar en términos de amigos y enemigos y considerar que todos los males del país se derivan de la existencia de ese “otro” maligno que temen y odian. Es muy buena señal que ambos estén en contra del texto, lo que demuestra que no se trata de una propuesta extrema.

Fuente: Emol.com – https://www.emol.com/noticias/Nacional/2023/11/03/1111782/cronica-constitucional-entrevista-pablo-ortuzar.html

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