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Poderómetro: Evelyn Matthei, atrincherada en el fuerte Providencia

Si hubiera que definir a Evelyn Rose Matthei Fornet (70) en función de uno de los libros más clásicos sobre el poder El Arte de la Guerra de Sun Tzu, lo primero que resalta al respecto es el inicio del capítulo VI de dicho libro, que dice que “los buenos guerreros hacen que los adversarios vengan a ellos y de ninguna manera se dejan atraer afuera de su fortaleza”.

Luego de haber sido senadora y ministra, en 2015 ella terminó por entender a la perfección dicha idea: que tenía que construirse un buen fuerte, atrincherarse adentro y hacer que sus adversarios reales (es decir, los de su propio sector) se acercaran a ella.

Ya sabemos cómo se llama ese fuerte: Providencia. Comienza en la plaza Italia y termina en las comisuras de Sanhattan y ello no es menor: está en una especie de fisura cósmica, donde las viejas nociones del “barrio alto” y del centro histórico de Chile se fusionan de a poco, en una simbiosis muy peculiar.

No se trata de un simple distingo socioeconómico, sino de algo mucho más profundo. Hasta los fines de la dictadura, la misma donde su padre fue miembro de la junta militar, el poder en todos sus aspectos seguía concentrado en el centro. En pocas cuadras alrededor de La Moneda y los ministerios, estaba el eje económico del país, el edificio de la bolsa. Los principales estudios jurídicos del país tenían sus oficinas por ahí mismo, en los vetustos edificios de oficinas de los años ´50 que pueblan calles como Huérfanos, Agustinas o Teatinos, y en las inmediaciones también estaban las gerencias de los bancos y las grandes empresas.

Uno de los mejores ejemplos de ello es que a dos cuadras de La Moneda, en la esquina de Agustinas con Amunátegui, se encuentra el edificio de Prodemu, que solo tiene cinco pisos y que a la altura del cuarto aún tiene grabado en bajo relieve, por ambos costados, el nombre de la empresa que lo construyó: Braden Copper Co., la minera norteamericana que era dueña de El Teniente, y que terminó siendo propiedad mayoritaria de los hermanos Guggenheim, hasta la chilenización del cobre, en 1967.

Hoy sería impensable que Apple o Amazon, por ejemplo (equivalentes en tamaño a lo que fue Kennecoth, la empresa matriz de los Guggenheim), se construyeran un edificio en el centro, si es quisieran poner oficinas en Chile.

Pese a ello, desde Plaza Italia hacia abajo (aunque en realidad es hacia el occidente) sigue habitando el poder político de Chile, para usar un término que le gusta al Presidente Boric. Hace pocos días, con motivo del funeral del expresidente Sebastián Piñera, vimos cómo ese viejo republicanismo salía a relucir, mostrando toda su ritualidad y gestualidad, y cómo gracias a ese triste momento se recuperaba el simbolismo del que alguna fue el eje del poder religioso en este país: la catedral metropolitana.

Sin embargo hoy, salvo el poder ejecutivo y el judicial, todos los demás poderes se movieron en dirección a la cordillera, incluyendo al religioso. Pese a la caída del cura Karadima, la iglesia de la elite chilena ya no es la catedral, sino la parroquia de El Bosque, y las gerencias de los grandes bancos, las corredoras de bolsa e incluso los diarios del establishment se fueron al sector oriente.

Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea se convirtieron en los lugares más exclusivos de Chile. Providencia, junto con La Reina, también forma parte de las comunas con mayores ingresos en Chile, con los mejores índices de calidad de vida, con los mejores puntajes PAES, con las mejores pruebas SIMCE, con las menores tasas de homicidios de la Región Metropolitana, con las mayores cantidades de áreas verdes y policías per cápita y con muchos otros atributos que ya quisieran otros lugares del país.

Sin embargo, Providencia, como decíamos antes, está justo en el límite. Es como el jamón del sandwich entre el hippismo de la anterior alcaldesa, Josefa Errázuriz, y el exceso del exalcalde de Vitacura, el “Tronco” Torrealba, hoy encarcelado. Sí, Providencia es una comuna que vota a la derecha, pero Matthei incursiona con total soltura hacia arriba y hacia abajo de los límites de su fuerte: puede ser la más neoliberal de los neoliberales, pero al mismo tiempo es capaz de transar con sus enemigos políticos y aunque no le guste a buena parte de la derecha tradicional del este país; es decir, Evópoli, RN y la UDI, sus estrategas saben que al único lugar donde le pueden robar votos es al centro.

Así fue como Sebastián Piñera llegó dos veces al gobierno, incluyendo (en su segunda elección) a una UDI que en gran medida votó muy a disgusto a favor suyo, pues nunca le perdonaron el haber puesto el sayo de “cómplices pasivos” a casi toda su dirigencia.

Es por eso que, desaparecido el aglutinador de esa derecha tradicional, no fueron pocos los que salieron a dejar muy en claro que no hay nadie más que ella, la dueña del fuerte de Providencia, quien puede llenar el vacío que deja Sebastián Piñera. Lo saben también en la comisura más extrema, aquella que ahora se define como “libertaria”, y lo mismo piensan en el oficialismo.

Todos ellos, sin embargo, intuyen que para que Matthei pueda llegar a cumplir ese papel a cabalidad deberá cumplir con la que Alberto Mayol denomina como la Ley N°2 del poder, en su libro 50 leyes del poder en El Padrino, que dice que “La pasión es enemiga del poder” y que se explica en que “la conducta pasional, destemplada, y el temperamento bilioso, aun cuando pueden ser grandes orientadores de la voluntad (y eso es una virtud) y dotar de energía psíquica el actuar individual, son lastres para el proceso de acumulación de poder”.

Sebastián Piñera lo sabía muy bien. Pese a su carácter acelerado, era difícil que dijera algo muy destemplado (distintos son los errores léxicos y de otros tipos que cometía, sobre todo cuando improvisaba).

Matthei, como poseedora de sangre teutona que es, ha cometido muchos errores por culpa de su pasión desbordante, aunque también ello le ha acarreado puntos a favor. Su proverbial propensión a los chilenismos es vista como un atributo de autenticidad y nadie duda de que ella dice lo que piensa, pero es algo que en el mundo del poder acarrea costos posteriores.

Un ejemplo muy actual de eso es la gran cantidad de tweets del presidente Boric que son reflotados prácticamente a diario, a fin de enrostrarle lo que pensaba hace tres años y lo que piensa ahora.

Sin embargo, nadie duda de que la Matthei está en la pole position y que posee una ubicación estratégica, donde es capaz de dialogar con un espectro amplio de ideas.

Lo que ella no debería dejar de tener presente, sin embargo, es lo que indica Mayol y recordar lo que le sucedió a un par suyo, el alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, quien fue derrotado al inicio de una carrera presidencial que parecía ganada pues -entre otros errores- no pudo contener las pasiones que le despertaron las preguntas de un par de periodistas que él consideró muy impertinentes.

Por cierto, arrancar -corriendo- de las preguntas tampoco es una buena técnica.

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